EL PROCESO
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Tejiendo Verbos fue una experiencia que tuvo lugar en el Museo De Arte Contemporáneo Esteban Vicente entre Octubre de 2007 y Enero de 2008, a partir de la exposición Aún aprendo. Últimas obras de Tiziano a Tápies. La propuesta contó con la participación de 2.824 personas entre los 3 y los 80 años. 132 grupos escolares de Educación Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato, ciclos formativos, familias y asociaciones de tipo cultural y social, se acercaron para disfrutar con nosotros.
TEJIENDO VERBOS
Una exposición como Aún Aprendo. Últimas obras de Tiziano a Tàpies supuso para nosotras una gran oportunidad pero también un gran reto a la hora de generar un proyecto educativo de acuerdo con la programación del Museo.
Aún Aprendo reunía las obras del último periodo de grandes artistas. Pintores y escultores con 70, 80, 90 y casi 100 años; abuelos del arte.
Aún Aprendo nos hablaba de la vida y de la muerte, de la debilidad física, de la experiencia, del control y de la libertad. De aquellos que crecieron y avanzaron, de los que se apasionaron, de los que aprendieron y aprenden para siempre.
Pero esta exposición vibrante tenía como columna vertebral algo difícilmente manipulable: la edad.
Es complejo hacer de un chico de 14 años un débil anciano, e injusto esperar que uno con 3 haga de su corta experiencia un instrumento de creación. Por eso, porque no se puede rejuvenecer ni envejecer a nuestro antojo, nos encontramos buscando otro elemento que estuviese presente en la exposición, en todos y cada uno de nuestros longevos artistas.
Pero de Tápies a Cèzanne, de Miró a Ribera, de Goya a Chirino, no encontrábamos lenguajes comunes y sí caminos diferentes.
Y empezamos a buscar en el hacer, en la acción y reflexión que escondía cada obra.
Así descubrimos acciones contenidas y desbocadas, saltamos del detalle a la explosión y encontramos los otros verbos del pintar: rascar, coser, derramar, deslizar, anudar, pegar, agujerear, delinear, salpicar, construir, atravesar, chorrear, recortar… crear.
Y como la exposición era fundamentalmente pictórica pensamos en pintar también nosotros. En pintar sin pintura, en construir acciones.
Entonces aparecieron las telas, los hilos y los alambres, aparecieron las celosías, el trabajo en equipo y las grandes dimensiones.
Aparecieron los verbos. Y jugamos a tejer, a doblar, a enredar, a arrugar, a colgar a coser, a esconder, a entresacar, a anudar, a manipular, a transformar…
Nos lanzamos a experimentar con los colores, las texturas y los tamaños, pero también aprendimos de los grandes y nos servimos de su experiencia. Para ello observamos su obra y la desciframos, buscamos los elementos de su lenguaje y jugamos a reinterpretarlo.
Miró, Millares, Saura, Ramis, Barcala, Matta y De Kooning fueron a la vez nuestros maestros y nuestros juguetes.
Niños, jóvenes, adultos y ancianos de toda clase y condición disfrutaron con nosotros de la observación, los procesos, la investigación, el juego, la discusión y el conocimiento.
Y así, tejiendo verbos, nos servimos del taller como lugar de encuentro entre artistas que aún aprenden y artistas que empiezan a aprender.
Una exposición como Aún Aprendo. Últimas obras de Tiziano a Tàpies supuso para nosotras una gran oportunidad pero también un gran reto a la hora de generar un proyecto educativo de acuerdo con la programación del Museo.
Aún Aprendo reunía las obras del último periodo de grandes artistas. Pintores y escultores con 70, 80, 90 y casi 100 años; abuelos del arte.
Aún Aprendo nos hablaba de la vida y de la muerte, de la debilidad física, de la experiencia, del control y de la libertad. De aquellos que crecieron y avanzaron, de los que se apasionaron, de los que aprendieron y aprenden para siempre.
Pero esta exposición vibrante tenía como columna vertebral algo difícilmente manipulable: la edad.
Es complejo hacer de un chico de 14 años un débil anciano, e injusto esperar que uno con 3 haga de su corta experiencia un instrumento de creación. Por eso, porque no se puede rejuvenecer ni envejecer a nuestro antojo, nos encontramos buscando otro elemento que estuviese presente en la exposición, en todos y cada uno de nuestros longevos artistas.
Pero de Tápies a Cèzanne, de Miró a Ribera, de Goya a Chirino, no encontrábamos lenguajes comunes y sí caminos diferentes.
Y empezamos a buscar en el hacer, en la acción y reflexión que escondía cada obra.
Así descubrimos acciones contenidas y desbocadas, saltamos del detalle a la explosión y encontramos los otros verbos del pintar: rascar, coser, derramar, deslizar, anudar, pegar, agujerear, delinear, salpicar, construir, atravesar, chorrear, recortar… crear.
Y como la exposición era fundamentalmente pictórica pensamos en pintar también nosotros. En pintar sin pintura, en construir acciones.
Entonces aparecieron las telas, los hilos y los alambres, aparecieron las celosías, el trabajo en equipo y las grandes dimensiones.
Aparecieron los verbos. Y jugamos a tejer, a doblar, a enredar, a arrugar, a colgar a coser, a esconder, a entresacar, a anudar, a manipular, a transformar…
Nos lanzamos a experimentar con los colores, las texturas y los tamaños, pero también aprendimos de los grandes y nos servimos de su experiencia. Para ello observamos su obra y la desciframos, buscamos los elementos de su lenguaje y jugamos a reinterpretarlo.
Miró, Millares, Saura, Ramis, Barcala, Matta y De Kooning fueron a la vez nuestros maestros y nuestros juguetes.
Niños, jóvenes, adultos y ancianos de toda clase y condición disfrutaron con nosotros de la observación, los procesos, la investigación, el juego, la discusión y el conocimiento.
Y así, tejiendo verbos, nos servimos del taller como lugar de encuentro entre artistas que aún aprenden y artistas que empiezan a aprender.
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